Las Fuesas (Soria), 10 de marzo de 2012
Proseguimos el camino hacia abajo, y pronto llegamos al fondo del valle, donde el bosque deja paso al terreno yermo. Sobre un risco a nuestra izquierda, se alza, impertérrito, el pueblo de Castillejo de San Pedro.
Castillejo visto desde abajo, a medida que nos acercamos a Las Fuesas:
Alcanzamos la población de Las Fuesas, cuyas calles tapizadas de hierba nos reciben vacías, y sus casas, cerradas
Así se ve el cercano casco de Castillejo cuando miramos desde Las Fuesas
Y hacia allí encaminamos ahora nuestros pasos,
El pueblo entero está hecho en pizarra, como es típico de la zona. Las casas guardan una armonía arquitectónica comparable a la del cercano Valdelavilla, y las calles, estrechas y empinadas, conservan la esencia del pasado. Todo el conjunto está muy cuidado, y algunas de las casas están rehabilitadas o se encuentran en proceso. En la jornada que estoy relatando, nos encontramos con un par de vecinos que nos saludaron amistosamente.
La iglesia del pueblo no desentona con el resto del conjunto. Como es costumbre por estos lares, es un edificio pequeño y sencillo, pero muy atractivo.
Colgado en el risco que se alza solitario en medio del valle, Castillejo goza de vistas privilegiadas. Su emplazamiento en lo alto de la loma seguramente se debiera a motivos defensivos, pues ambas vertientes de acceso son muy escarpadas, como puede comprobarse en este imagen
Debajo, el fondo del valle, en el que se marca el camino por el que llegamos hasta aquí
A lo lejos, en su solitaria ladera boscosa, divisamos el despoblado de El Vallejo
Mucho más cerca, a nuestros pies, vemos las casas de piedra y los nogales de Las Fuesas
Deshacemos el camino y visitamos Valdelavilla, bellísima población enmarcada en un no menos bello entorno, que fue rehabilitada en su día, tras décadas de abandono, y ahora funciona como complejo turístico rural de alta calidad. Tomamos un camino de ascenso, de nuevo en el bosque de pinos laricios, para regresar al punto de partida. Ya cercanos a éste, volvemos la vista atrás y se nos ofrece este estupendo paisaje, dominado por el señorial Moncayo, emperador de la cercana Tierra de Ágreda.
Esperando que hayais apreciado la belleza de la soledad como nosotros lo hicimos en aquella jornada, nos despedimos hasta el próximo reportaje.