Duruelo de la Sierra (Soria) – Mansilla de la Sierra (La Rioja), 2 de junio de 2012.
echamos la vista atrás y contemplamos
la cabecera del río, que se remonta
casi hasta la cumbre de Urbión:
La senda nos saca de nuevo al sol.
Al fondo, junto al río, hay de cuando
en cuando alguna pradera.
Las laderas del valle son muy
escarpadas, y
están cubiertas de
matorrales y arbustos, principalmente
escobas, y
algún que otro majuelo
o bizcobo, cuajado de flores.
La senda es estrecha, y nos obliga a ir en fila india, enganchándonos a veces en las ramas de las zarzas.
En paralelo a nuestro camino, el Portilla sigue su tranquilo discurrir entre las rocas del fondo, pocas son las visitas humanas que recibe. Este valle se pasa la mayor parte de la existencia en silencio, sólo roto por el viento y el rumor del agua. Se nota que aquí somos nosotros la excepción, los extraños.
Mirando hacia adelante y hacia atrás, se aprecia la angostura del valle, y lo empinado de sus paredes. El sol pega duro, y va tocando parar al almuerzo.
Un par de imágenes de parte del grupo. Siempre que se anda por el monte, el almuerzo cae de maravilla al estómago. La gente estaba de buen humor, el paisaje era precioso, el chorizo de matanza de primera, y el vino de las botas estaba aún algo fresco y entraba solo.
Otra parada para reagruparnos, pues la fila se estiraba mucho y de vez en cuando teníamos que hacer recuento de personal. Parte de los montañeros se apilaban a la sombra de un majuelo con porte de árbol, porque el sol arreaba más duro a medida que nos íbamos acercando a las horas centrales del día.
El camino, además de estrecho, era irregular, con tramos de hierba,
piedra suelta, roca, agua y barro. Y es que, de cuando en cuando, lo
cruzaban arroyos que caían de lo alto de la ladera.
Son caminos de pastores, poco transitados, que en ciertos tramos se borran.
Nos rodea una diversidad vegetal digna de un jardín botánico, especialmente en cuanto a especies riparias, amigas de los cauces de los ríos, como por ejemplo fresnos de hoja ancha o europeos (Fraxinus excelsior) y fresnos de hoja estrecha o del país (Fraxinus angustifolia),
arce campestre o ácere (Acer campestre), propio de la España septentrional,
conviviendo con su pariente mediterráneo, el arce de Montpellier, o ácere duro (Acer monspessulanum),
con especies de ribera tan habituales en nuestras montañas como los avellanos (Corylus avellana),
y con otras un poquito más esquivas, aunque también autóctonas de estos lares, como los tilos (Tilia platyphyllos)
Todo ello, mezclado con hayas, robles rebollos y albares, arraclanes, espinos pudios, y algún que otro acebo
Seguimos marcha por el valle, cada vez de un verde más intenso, a medida que aparecen claros y praderas salpicados entre las escobas y majuelos,
Nos tropezamos con algún que otro esqueleto, tanto en sentido literal, como el de este joven ciervo,
como en sentido figurado, como estos restos arruinados de tenadas o majadas, de cuando aún se guarecían rebaños en esta parte del monte,
aprovechamos para repostar agua de los arroyos que caen por las laderas,