Taniñe (Soria) – Buimanco (Soria), 11 de marzo de 2009.

Una vez más, nos aventuramos por las olvidadas y abandonadas laderas del valle del Linares, en la comarca de Tierras Altas de Soria. Como ya he explicado en otras ocasiones, dicho valle discurre entre el monte Ayedo (al oeste) y las estribaciones de la Sierra de Alcarama (al este), en el noreste de la provincia, desaguando el río hacia Cornago, en la vecina Rioja, y albergando 6 pueblos abandonados, cuyos únicos accesos son por pista forestal, en el mejor de los casos, o por senderos estrechos con cortado a un lado, como es el caso de Vea y Peñazcurna, en el fondo de la profunda hendidura que es este valle del río Linares.
Buimanco es uno de los tres despoblados que están en la parte alta del valle, a unos 1.260 m de altitud. Partiendo a pie desde Taniñe, dirigimos nuestros pasos por la pista forestal que sale de la propia carretera, antes de entrar en el pueblo, en dirección al noreste. El camino discurre entre pinos pudios o laricios, de repoblación, y va ganando altura poco a poco. Tenemos tiempo de admirar intimidantes ejemplares de vaca serrana soriana, los últimos representantes puros de esta raza autóctona, en peligro de desaparición, adaptada a la crudeza invernal de las tierras altas sorianas. Son animales preciosos, rústicos y bravos, y es aquí en Taniñe donde la Diputación de Soria mantiene una explotación con el fin de preservar y promocionar de nuevo la raza. La explotación cuenta actualmente con alrededor de 200 individuos.
Los pinos se alternan con rebollos, y la pista gira bruscamente a la izquierda, buscando la subida a la cima del monte Ayedo. Iniciamos la subida, pero, al poco, tomamos un desvío a mano derecha, que nos ha de meter, bruscamente, en la cuenca del Linares. Aquí observamos un par de ciervos jóvenes, probablemente recién emancipados, que quedaron unos instantes desconcertados antes de emprender la huida:
 Vamos ascendiendo, y al superar la primera loma, se hace visible la gran barrera pirenaica:
Desviándonos un poco hacia los cantiles que asoman sobre el valle del Linares, avistamos marcados horizontes en la ladera opuesta. A nuestra derecha queda, cercano, San Pedro Manrique, último pueblo habitado de esta vertiente, y desde el cual podríamos trazar un arco de unos 15 km hacia el noreste sin encontrar gente ni viviendas habituales, a pesar de que hay unos cuantos pueblos…
De vuelta a la pista forestal, avistamos nuestro primer objetivo: Buimanco, impasible sobre su privilegiado mirador.
Mirando hacia el fondo del valle, observamos otros dos de los despoblados del valle: Vea (algo menos de 900 m sobre el nivel del mar), en primer plano y sobre la ladera derecha, y Villarijo (con algo más de 700 m, lo que le convierte en la población más baja de la provincia de Soria), en segundo plano y en la ladera izquierda. Entre medias de ambos queda Peñazcurna, en la margen izquierda, pero no visible en la imagen.
La pista discurre entre pinares de repoblación (con Pinus sylvestris y P. nigra) y rebollares, y desciende marcando una acusada curva para salvar el barranco del Arroyo de San Fructuoso, para volver a ascender hacia la loma sobre la que se posa Buimanco. Así, alcanzamos las primeras edificaciones del pueblo.
Imágenes de las desiertas y olvidadas calles de Buimanco, donde ya prácticamente no queda nada, con la mitad de las casasa hundiéndose y la otra mitad a punto de hacerlo. Por doquier rastros de pisadas y deposiciones de ciervos, incluso dentro de los bajos de algunas casas, que les vienen bien como refugio durante ciertos temporales.
En las calles expuestas al norte, aguantan espesos neveros.
Su iglesia, como tantas otras, ha sido víctima del expolio, siendo arrancados hasta los retablos de sus paredes. La espesa capa de estiércol  denota que las vacas serranas la ocupan como establo hoy en día.
Estas son algunas de las vistas de que disfrutaban hasta hace unas pocas décadas los habitantes de Buimanco, colgados en un privilegiado balcón.
En lontananza, los Pirineos, que distan unos 140 km en línea recta desde Buimanco. Son perfectamente visibles en días claros, pudiéndose distinguir, incluso, los perfiles de los macizos más conocidos.
Durante la jornada, observamos los acostumbrados buitres, lavanderas blancas, algún que otro carbonero palustre, y este simpático piquituerto.
Unos kilómetros después, y tras pisar algún que otro ventisquero de cierta entidad en las umbrías, hacemos cima en el Ayedo (1.728 m), uno de los principales vigías de la comarca de Tierras Altas de Soria.
Vistas desde la cima:
Cebollera
Demanda riojana. A la derecha, destaca la cima del San Lorenzo.
Moncayo (el pueblo que se ve abajo, a la derecha, es San Pedro Manrique).
En total, fueron alrededor de 25 km de caminata, llena de alicientes, y en un estupendo y tranquilo entorno, aderezada con un almuerzo de los que sientan cátedra, y es que, en el monte, todo sabe mejor.
Para cerrar el reportaje, una última vista de Buimanco, en esta ocasión tomada desde el noroeste. Ahí está, inserto en lo salvaje, con el imponente Moncayo de fondo.
Hasta la próxima entrega.