Es primavera otra vez. Hace un año que se plantaron los árboles, y a finales del otoño pasado se sembró forraje (veza+trigo) entre las líneas de nogales de la parcela de la Atalaya (puedes leer cómo se ejecutaron esos procesos aquí). Las forrajeras se cultivan en ecológico, y una vez segadas, sus restos se integrarán como abono verde al terreno. Sirven a la vez como método de mantenimiento del suelo, control de las malas hierbas y elemento mejorador de la estructura y fertilidad del suelo de la plantación.

En febrero tuvimos un susto por una riada sin precedentes en una de las parcelas, causada por un deshielo repentino y brutal en la Sierra de Guadarrama, que recibió casi 200 mm de precipitaciones en 48 horas, y sufrió un calentamiento agudo que se llevó de un plumazo la nieve acumulada, convirtiendo en torrentes los cauces de varios de los principales ríos segovianos (Eresma, Moros, y el que nos toca en este caso, el Cega). La riada atravesó la plantación inclinando algunos árboles, pero resistieron a pesar de los embates de la abundante broza arrastrada por el agua. Peor suerte corrieron varios pueblos de aguas arriba, donde las inundaciones causaron daños económicos graves. En cuestión de unas pocas horas, ya no quedaba agua en la parcela mayor.

Este mes de marzo se han repuesto las marras de nogal, fresno y serbal acontecidas durante el primer verde (padecieron un verano de 2016 especialmente seco y caluroso), minimizadas por los riegos con cisterna que se procuraron periódicamente para evitar males mayores.

Las yemas están hinchadas, en las próximas semanas veremos cómo los nuevos brotes se abren y se estiran. Al verde del forraje se unirán nuevos tonos cuando nogales y serbales desplieguen sus hojas.